viernes, 3 de mayo de 2013

Por y para ti, mamá

Primeramente quiero decirte mami que estoy escribiendo un libro, dedicado exclusivamente a mi vida, a las vivencias, experiencias y enseñanzas que he obtenido. Quiero agradecerte que hayas ocupado gran parte de ellas y, por supuesto, sigues haciéndolo en mi corazón.
Hemos elegido tener un crecimiento maltratado, y aunque muchas veces no entendí porqué tolerabas y aceptabas todo aquello, con el tiempo comprendí que cada ser humano elige su camino y yo sólo pude acompañarte en él.

No sé si quizás era falta de valor, miedo, carencia de quererte o costumbre. Luché bastante para que despertaras pero nunca era suficiente. Siempre te arrastrabas a la corriente que te guiaba a su antojo. Mi constancia me hizo reconocer que no existía un rumbo claro, debía asimilar aquella situación aunque la odiara, aunque no la quisiera, aunque me hiciera daño, simplemente porque respetaba a mi madre y comprobaba día a día que ésa era su elección. No dependía de mí el cambio, dependía de ella. Me lo trabajé personalmente, integré en mi persona lo que a muy disgusto mío debía proseguir, una vida de maltratos físicos y psicológicos.
A veces pienso que pude hacer más, pero el miedo invadía mi casa. De nada me valía tener coraje si ella no lo tenía. Si incluso creo que le hacía más daño al recordarle su existencia. Prefirió aferrarse a su dolor, porque al final quien le hacía feliz, la felicidad que se creó ella misma, era él.
Me recuerdo cuando ya la edad me hacía más fuerte, como me enfrentaba al ocasionante de tanto sufrimiento. Sólo para recordarle que aunque mi madre aún no estaba preparada para hacerle frente, yo sí, aunque nunca dejó de temblarme el cuerpo. Mi amor hacia ella era y es tan grande que no importó las consecuencias.
Con tu dura partida llegó tu liberación y mami, también la mía. Tu ida me ha ocasionado el mayor dolor, pena, tristeza y angustia. Te recuerdo cada día, te echo muchísimo de menos. Miro frecuentemente tu foto y en muchas ocasiones siento que no es verdad que ya no estés junto a mí. Sigo llorando tu despedida y constantemente sueño que estás aquí, a mi lado. Pero la realidad se hace eco y mirando al cielo me alivia saber que estás mejor, que donde estás, estás bien, en paz.
Y con este escrito no pretendo contar nuestras penas, al contrario, deseo homenajearte porque a pesar de aquellas tragedias, nunca dejaste de ser persona. Nunca dejaste de levantarte en la rutina para atendernos, a nosotros y a la casa. Nunca abandonaste tu hermosa labor como madre. Nos transmitiste, sin darte cuenta, fuerza y lucha. Te preocupabas por nosotros, por nuestra educación, por nuestra alimentación, por nuestra salud, por nuestros juegos,… Eras tú la que, aunque no existía ninguna clase de celebración, nos inculcabas la motivación. La que nos acompañaba, con sus visitas, a los actos de clase. La que nos reforzaba una y otra vez cómo debíamos hacer las cosas, como mirar diez veces para la izquierda y otras diez para la derecha antes de cruzar en el peatón. La que nos enseñó los principios y los valores que teníamos que aplicarnos, sobre todo educación, respeto, afán de superación y ser buena persona.
Te abandonaste a ti, y en cambio, no lo hiciste con nosotros. Siempre escondías o disimulabas tu cara de amargura. Que sepas que yo también me creé la misión de ayudarte a despistar porque consideraba que eso te aliviaba.
Por todo eso se produce en mí una gran admiración hacia ti, cada minuto te alabo más. Te respeto y te honro profundamente. Mi amor ya no puede crecer porque fue, es y será infinito. Y uno de los mayores orgullos es cuando me dicen que me parezco a ti, mamá.
Sé que tu vida fue muy turbulenta pero nada ni nadie permitió que renunciaras a tu ser. Me asombra cómo te cuidabas físicamente y cómo me insistías a mí, cuando yo ni si quiera tenía ánimos de hacerlo. Aunque tu persona fue anulada, la bondad de tu alma nunca dejó de brillar. ¡Ojalá pudieras estar aquí para recordártelo!. No me importa haber sufrido lo que sufrí, porque mi recompensa fue tenerte a ti como madre.
TE AMO y el único remordimiento que tengo es no haberte dicho más veces lo mucho que te quiero. Aunque te lo repetía en tus últimos días de vida, en aquel frío hospital. Perdóname por haberte engañado respecto a tu enfermedad, sólo pretendía que estuvieras bien y que ignoraras la verdad que oprimía mi corazón. Usé tu ejemplo, me mantuve firme con mi dolor escondido, luchando por ti, como tú hiciste por nosotros… Aunque en el fondo siento que tú también jugaste a hacerme creer que te despistaba… A esto se le llama amor. 
¡Me has enseñado tantas cosas!. Es increíble donde tantas amenazas habían, puedo decirte hoy… que soy una gran persona, mujer y madre GRACIAS A TI.
Siento que uno de los sentidos de mi vida es haberte conocido a ti mamá. El mayor regalo que le puedo hacer hoy en día a mi hija, es traspasarle tu puro ser, que está impregnado en mí, pero ya sin dolor. Por eso, aunque no te vea, ¡o quizás sí!, tendrá en mí, una abuela y una madre…TE ADORO.
Y con esa FUERZA me quedo, con la que te ayudó a superar los obstáculos de la vida.

GRACIAS POR PERMITIRNOS HABER LLEVADO TU SANGRE.
TE QUIEREN:
TU HIJA Y NIETA (YRF)

No hay comentarios:

Publicar un comentario